De la globalización al modelo autocentrado
Miren Etxezarreta, versión reducida con permiso de la autora publicada originalmente en Kaos en la red. Publicado en Acción Católica Obrera, en diciembre de 2021
El capital siempre necesita expandirse, y su dominio se ha ampliado desde que el capitalismo se consolidó como un sistema económico. Desde el último tercio del siglo XX, la globalización (la expansión del capitalismo por el mundo entero con el mínimo de controles) dominaba el mundo; era la única estrategia posible y adecuada y era anatema oponerse.
Recientemente, sin embargo, se han ido percibiendo problemas e ineficiencias en la globalización que, añadidos al peso de Trump y similares (Johnson, Bolsonaro, etc.) y el coronavirus, hasta el punto de que ciertas corrientes de opinión esperan que el sistema (sin cambiar radicalmente) pueda mejorar hacia un sistema más solidario y humano. Y se buscan alternativas que conduzcan a ello.
Se propone aquí potenciar un desarrollo autocentrado, un modelo económico que pueda conducir a una sociedad para lograr el bienestar para la mayoría de la población y donde todo no dependa de lo que suceda en los mercados mundiales. No es un modelo genuinamente alternativo pues permanece dentro de los limites del capitalismo para hacerlo posible en una aproximación gradual y pretende sólo mejorar las condiciones económicas y sociales de la mayoría de la población y que vaya facilitando el avance hacia una transformación completa hacia una sociedad justa. Para ello se propone abandonar el modelo globalizador y establecer el empleo y la demanda interna como eje central de la actividad económica. Es decir que sea la satisfacción de las necesidades de la población quien guie la actividad económica del país. Dado que el empleo es el elemento fundamental que proporciona los ingresos necesarios para la vida, es el empleo el que debe constituir el punto de anclaje central. Los ingresos que este proporcione generarán la demanda interna que constituirá el vector fundamental que oriente la vida económica.
Ello no ha de significar que se ignore el ámbito exterior, sino que este sea orientado y regulado (transacciones externas, de capitales, productos y tecnologías) como un elemento importante pero complementario de la actividad económica. Puede también tener interés el estudio de las posibilidades que pueda ofrecer la integración regional supraestatal (UE, Mercosur…), pero sin que sirva para acabar, de nuevo, en un modelo que priorice la inserción en la economía mundial a través de la región.
Llevar a cabo este modelo requerirá una gran transformación en la organización económica. No será suficiente dejar que sea el mercado (en su mayoría mercados oligopólicos y controlados por empresas privadas de enorme poder) el que determine las decisiones de la vida económica de la población, sino que un modelo autocentrado requiere una economía planificada con un papel subordinado, aunque importante, para la actividad privada.Ahora bien, requiere una planificación/programación económica fuertemente innovadora y ejercida incluyendo una amplia representación de las fuerzas sociales.
Es importante precisar que este modelo ni remotamente quiere implicar una situación chovinista o autárquica. Se trata de establecer unas medidas concretas que constituyan un eje central para la actividad económica de un país pero con una perspectiva abierta, internacional, solidaria, respecto a las personas y los países del mundo y, así mismo, una complementariedad económica internacional a través de las relaciones globales, pero con el objetivo central situado en la planificación del bienestar de la población.
Este modelo de crecimiento supone también situar la distribución de la renta (salarios, fiscalidad y gasto público) en un lugar prioritario. Ésta no ha de estar únicamente basada en los ingresos y gastos individuales, sino que puede ser más eficiente y equitativa si una parte sustancial se apoya en la creación de un amplio Estado del Bienestar que desarrolle el consumo colectivo y asegure a la población los servicios sociales esenciales (salud, educación o vivienda), potenciando y ampliando las prestaciones sociales actuales. Otra forma de generar la demanda interna sería recurriendo a un sistema de transferencias públicas que asegurasen a la población una cierta capacidad de compra (renta básica universal).
Es prioritaria una política productiva (industrial y agraria) dinámica que asegure la producción y suministro de los bienes esenciales para la vida cotidiana. Así mismo, el suministro de bienes que necesariamente tengan que venir del exterior (petróleo u otros bienes esenciales) tendrían que asegurarse por medio de compras externas reguladas y negociadas.
Es fundamental un fuerte estímulo a la investigación y al desarrollo tecnológico. Que integren la digitalización de las economías y sus últimos desarrollos, sin que resulten en la precariedad y vulnerabilidad del sistema laboral. Un aumento gradual de los trabajadores en las decisiones clave de la empresa. Habría de prestarse particular atención a la estructura empresarial para tratar de evitar los graves efectos negativos de las estructuras oligopólicas. Este modelo requiere que el capital privado acepte un cambio de planteamientos, pero que perciba que sus posibilidades de desarrollo podrían verse incrementadas con una demanda interna sólida y estable.
Para todo ello se requiere la existencia de un sector público puntero y director de la orientación de la economía. Con una concepción profundamente renovada, mucho más participativa y controlada socialmente de la democracia. Supone también un papel radicalmente distinto para el sector público, de mayor participación en la actividad económica, activo y expansivo, generando a través de su gasto e inversiones directas, junto a incentivos a la actuación privada en su caso, una gran parte de la demanda.
Los salarios han de cubrir las necesidades y condiciones de vida del trabajador con dignidad y distribuir los frutos de los avances productivos, incluso en los salarios más bajos. Es necesario ser consciente que en las condiciones actuales de producción las necesidades de trabajo directo disminuyen constantemente, lo que obliga a plantearse el tema de cuáles pueden ser los criterios y mecanismos adecuados para la distribución del producto social en el futuro.
Una llamada de atención acerca de las nuevas formas de actividad económica que no corresponden al trabajo asalariado tradicional y se han ido generando desde fines del siglo XX. Son actividades autogeneradas, directamente vinculadas al mercado. Estas múltiples formas están conduciendo a la desalarización formal de los trabajadores, sin los derechos sociales que a estos corresponden.
Este modelo obliga a plantearse también un nuevo modelo de consumo, lo que implicaría a su vez un cambio en los bienes producidos. Dentro de un gran respeto a la libertad individual, pensamos en estimular el consumo de una sociedad más solidaria, dirigido a cubrir las necesidades que se plantean en una sociedad avanzada, respetando la naturaleza, valorando mucho más el desarrollo personal que la acumulación creciente de bienes, menos obsesionada por el ultraconsumo indiscriminado e ilimitado.
Ante este tipo de modelos, con frecuencia se señala que no son posibles, que constituyen una utopía (por supuesto. en sentido peyorativo), que nuestra integración en la economía mundial lo impide. Las propuestas han de ser viables para que sean válidas, por supuesto. Así pues, un programa económico verdaderamente alternativo solo podrá establecerse a partir de una composición de fuerzas sociales y políticas que apoye tal opción, tanto por medio de las formas organizadas tradicionales, como por nuevas e imaginativas fórmulas desde la base. Probablemente, ello requiere construir desde fuera del poder una fuerza capaz de disputarlo frente a la resistencia tenaz de quienes disfrutan de la situación actual y sus tendencias.
Miren Etxezarreta, noviembre de 2021, Barcelona