Hay que cambiar de modelo. ¿A cuál?

Artículo en Público, 5 de agosto de 2020

Desde que se inició la pandemia, en bastantes partes de la opinión pública, en particular entre los creadores de opinión, se han intensificado losMiren_Etxezarreta_economista_La_suposada_crisi_de_les_pensions_no_existeix_1_400x566px comentarios y las recomendaciones acerca de la necesidad de cambiar de modelo económico. Ya se comentaba antes también, pero no era, como ahora, una expresión generalizada. Parece que las consecuencias del Coronavirus han llevado a percibir que lo que durante décadas nos habían vendido como la fórmula ideal para la organización económica –el mercado sin control entre agentes privados- no sólo es un sistema injusto y poco eficaz, sino que se ha mostrado totalmente incapaz de resolver los complicados conflictos que ha generado un grave e inesperado aspecto sanitario. Hasta los organismos más insistentes en señalar las limitaciones del ámbito público (ilustres académicos liberales, la UE, el FMI, la OCDE, las asociaciones de empresarios y muchas más) han pasado a exigir que los Estados sean los agentes más activos para resolver el problema. Frente a los requerimientos de austeridad de la anterior crisis financiera el slogan es ahora que el Estado intervenga enérgicamente en la vida económica y ‘gastar, gastar, gastar’ el dinero público tratando de resolver el problema sanitario y el económico que aquel ha generado. Los gobiernos se han convertido en los agentes activos principales para mantener la vida económica.

Conjuntamente con la necesidad de intervención pública se intensifica la idea de ‘que hay que cambiar de modelo económico’. Se hace mucha referencia a que hay que innovar, mejorar la tecnología, digitalizar la economía, tomar en serio la ecología y la sostenibilidad, invertir más en I+D, etc. Se señala también que hay que mejorar el sistema sanitario y renovar el sistema educativo, y, a veces, sólo a veces, se menciona la necesidad de atender a las crecientes necesidades sociales y frenar la desigualdad.

Sin embargo, a pesar de la cansina retórica sobre el cambio de modelo, todos los esfuerzos concretos residen en volver a la situación anterior. Diríase que todas las exhortaciones a este cambio se limitan a pretender una economía más eficiente y productiva, pero dentro de las orientaciones esenciales de los esfuerzos realizados desde la crisis de 2008: una economía crecientemente integrada en la economía global, con las exportaciones como elemento clave del crecimiento, más capaz de competir ferozmente con países similares en una economía global sobredimensionada en el contexto de una nueva crisis mundial que ya se dibujaba antes del convid-19, en que la globalización estaba ya en cuestión. Una economía arrastrada desde fuera[1]. Una reestructuración, racionalización y mejora de los sectores más capaces y competitivos de la economía del país especialmente en aquellos sectores en los que se ha logrado alguna ventaja competitiva. Para los más humanistas se añadía que se habría de considerar también la situación de los grupos humanos más vulnerables (‘no se habría de dejar a nadie atrás’).

Supone procurar mejorar alguna de sus vertientes, pero el modelo continúa siendo el mismo: Junto a un limitado sector de vanguardia de empresas exportadoras, hagamos cada vez más atractivo el turismo, sostenido por el sol, playa y bajos precios, negociemos para que la industria automotriz (toda dependiente de empresas globales) encuentren atractivo el espacio económico de producción para una demanda de exportación, mejoremos un sector agropecuario, intensamente ‘industrializado’, competitivo por el clima y los bajos salarios, que produzca mucho y barato para alimentar Europa y el mundo y, en el interior, mantengamos una industria constructora más basada en infraestructuras y gran obra pública que en unas viviendas y urbanismo adecuadas. Todo ello facilitado por unos salarios y unas condiciones laborales más bajos de los de nuestros competidores, que dan lugar a una situación social y laboral muy precaria, incapaz de suministrar empleo y salarios dignos a una población con crecientes niveles de escolarización y ansias de consumismo.

Aunque se tuviera un destacado éxito en el intento, aunque se lograse hacerlo integrando los últimos avances digitalizadores (5.0), con nuestros escolares, trabajadores y empresarios familiarizados totalmente con unos sistema digitalizados, con atención destacada a la sostenibilidad, aumentando considerablemente el gasto en investigación, racionalizando adecuadamente las inversiones, etc. etc. en el mejor de los casos sería una mejora cuantitativa pero no de un cambio de sistema, como se repite. Que, no se trata de negarlo, aunque muy difícil de lograr, podría mejorar en algo la situación de la economía española, pero que no podría ir muy lejos.

No es una tarea sencilla pues además de nuestro retraso histórico –no habríamos de olvidar que hasta hace cincuenta años éramos un país pobre del sur de Europa-, todos los países del mundo están intentando hacer lo mismo en una turbulenta economía mundial capitalista con exceso de producción. ¿Hasta dónde podremos llegar? Claro que parece que no queda más remedio que intentarlo, porque si no nuestra situación se degradaría todavía más. Pero es bastante problemático que se consiga lograr el profundo paso adelante económico y social que la población de este país necesita.

Nos podríamos preguntar si no sería más factible lograr una mejora sustancial, real y permanente si de verdad se cambiara el sistema económico. No me voy a referir a un abandono del capitalismo, pues dada la composición social de nuestra sociedad actual eso no sería realista, sino mucho más modestamente, de cambiar de sistema alterando drásticamente el eje del crecimiento. Transformando la economía en lugar de un territorio que pretende crecer, desarrollarse y generar bienestar por su encaje exterior (su capacidad de competir en el mundo), hacerlo por un sistema centrado en proporcionar bienestar a su población partiendo de buenos empleos. Generando buenos empleos para todos, impulsar una demanda interna que fomentaría la actividad económica, los ingresos y beneficios, que se autoalimentarían haciendo del empleo el núcleo central de la dinámica del país y el bienestar de la población.

El sistema no actuaría arrastrado por la búsqueda de beneficios privados sino que estaría basado en las necesidades de la población y la voluntad de cubrirlas, que daría lugar a los empleos necesarios que proporcionarían la actividad económica, los ingresos y, también, los beneficios para las empresas (quizá no tantos como ahora, pero sí los suficientes para la reproducción ampliada constante de la economía). Abreviadamente podríamos llamarle un sistema autocentrado, es decir, partiendo y centrado en las necesidades y deseos de sus gentes, en su calidad de vida, en el bienestar de la población que constituiría el motor de la actividad económica. Actualmente se pretende que la competitividad global y los beneficios que proporciona, actúan desde fuera como motor que arrastra la vida social, mientras que el sistema autocentrado consiste en un motor que desde el interior irradie fuerza a toda la economía basándose en su propia dinámica. En vez de intentar recuperar el turismo de cualquier manera como estamos observando estos días, se trataría de generar empleo cualificado en educación, sanidad, servicios sociales, una agricultura de calidad, unas industrias punteras, una administración eficiente y ágil, unas infraestructuras dedicadas al bienestar (por ejemplo, los transportes de cercanías) y muchas otras. Actividades que por sí mismas mantendrían y expandirían la actividad económica por su propia dinámica, y no dependientes de la competitividad externa.

La economía dependería de su propia fortaleza situando la generación de buen empleo en el centro de sus proyectos. Los recursos existentes no se tendrían que dedicar a subvencionar empleos precarios en bares y hoteles sino que tendrían que cubrir las múltiples necesidades existentes como maestros y profesores, sanitarios de las diversas especializaciones, técnicos cualificados en avanzadas tecnologías para las empresas productivas, experimentados administrativos para las empresas y la administración pública y privada, investigadores de alto nivel, asistencia social con plena formación … que, además, derivarían suficientes empleos para una población menos cualificada. Empleos interesantes con salarios dignos que impulsarían la demanda y la actividad económica, con una población satisfecha de su trabajo, cuyo empleo no dependería de las variaciones de las políticas de países lejanos. Ahora que se acepta que los gobiernos establezcan políticas de abundante gasto es un buen momento para iniciar este proceso. Y seguramente no es más caro que los cuantiosos fondos que se están gastando para paliar los desastres que genera el modelo actual.

No se trataría de un sistema cerrado o autárquico. En absoluto. El sector exterior sería el derivado de una potente economía interna. Sino de un sistema socialmente planificado y regulado que cambia el puntal de su dinámica de crecimiento del beneficio privado al bienestar social. Que incluso permitiría la existencia del beneficio privado, si bien dentro de ciertas líneas de actuación. Que requeriría un sistema público muy activo y orientador, (¿no se está exigiendo ahora esto mismo del sector público?), con una creciente participación de la ciudadanía organizada, que necesitaría unas regulaciones de sus relaciones externas basadas en amplias negociaciones con otros países y empresas, que requeriría un potente cambio de mentalidad en su estrato empresarial y directivo, probablemente también en su población trabajadora… Pero podría hacerse. Necesitamos que se haga, es verdad que se necesita un cambio de sistema, sino queremos vivir cada vez en sociedades con mayores contradicciones y dificultades. Pero hay que saber hacia dónde avanzar.

Hay ya grupos alternativos que propugnan el centrar la economía en la vida-, que no quieren una sociedad tan consumista que necesite crecer y consumir sin pausa, horrorosamente desigual, que está destrozando el planeta. Quieren una economía que genere una dinámica que permita el bienestar y el desarrollo personal de toda la población. ¿Por qué no atender a sus ideas en lugar de volcarse siempre en los intereses de unos empresarios y unos dirigentes sociales cuyo interés primordial es su beneficio, apoyados en una visión de la economía considerada ya en multitud de ámbitos como obsoleta y arcaica?

¿Es una quimera? Pudiera ser, pero visto el resultado de la organización económica en la que vivimos, ¿por qué no intentarlo? Probablemente es más realista que esperar una mejora de nuestras condiciones de vida, de nuestro bienestar, de nuestro pleno desarrollo como seres humanos, de este sistema capitalista global en el que vivimos.

[1] El turismo, aunque tiene lugar en el interior es equivalente a las exportaciones.

Algunas ideas sobre la evolución de la economía en el Estado español (2018)

Conferencia de Mitren Etxezarreta en el Congreso Internacional en el 200 Aniversario del nacimiento de Karl Marx, Bilbao, marzo de 2018

Algunas ideas sobre la evolución de la economía en el Estado español (2018), ponencia recogida en Karl Marx y la crítica de la economía política. Contribuciones a una tradición, Pablo Sánchez León (coord.), Universitas

Apreciación de Miren Extezarreta, por Ricard Ustrell

El 16 de enero de 2020, el periodista Ricard Ustrell concluía de la siguiente forma su columna Los años 20 (artículo completo) en el Periódico de Catalunya.
Muchas gracias, Ricardrecorte ricard ustrell el periodico2

«Hace unos días, tomando un café con la doctora en Economía Miren Etxezarreta confirmé lo que siempre he notado, que conecto mejor con la generación de mis abuelos, la que conoció la guerra, que con la de mis padres, que soñó con comprarse una segunda residencia. Miren se mostraba prudente con el nuevo gobierno del PSOE y Unidas Podemos por la incapacidad para resolver los problemas reales de la gente que demuestran constantemente los partidos. Pero cuando uno habla con Miren se recompone. No es que cambie su forma de ver el desastre, sino que se llena de ganas de seguir viviéndolo: vivirlo para ver si esos pequeños grupos que ahora se organizan a gritos por separado un día se juntan, al margen de los partidos. Vivirlo por respeto a la inteligencia, a gente como Miren Etxezarreta».

«Creo que es importante diferenciar entre progresismo e izquierdas»

Entrevista de Miren Etxezarreta en La Sexta, 9 de enero de 2020

Etxezarreta, sobre los argumentos de la oposición al Gobierno: «Me da risa que no les dé vergüenza mostrar que son mentirosos o ignorantes»

La excatedrática en Economía ha defendido que «parece» que el presidente de la CEOE «está hablando de principios del siglo XIX», y que es «verdaderamente escandaloso que tengamos este nivel de políticos», en referencia a la oposición al Gobierno.

El Gobierno de coalición saldrá adelante. La investidura consiguió hacerlo posible el pasado 7 de enero, y las críticas no han tardado en llegar.

La excatedrática de Economía de la Universidad Autónoma de Barcelona Miren Etxezarreta ha asegurado en Más Vale Tarde que le «da risa» y le «sorprende» que a los políticos que han alarmado ante la llegada del Gobierno «no les de vergüenza mostrar lo que son: o bien son mentirosos, porque saben que de lo que dicen no hay nada, o bien son ignorantes. Quizás hay una combinación de las dos cosas», ha expresado la profesora.

A juicio de Etxezarreta es «verdaderamente escandaloso que tengamos ese nivel de políticos»: «Si para manipular a gran parte de la opinión pública realmente tiene que recurrir a ese tipo de argumentos es que no tienen otros, y que no tengan más cultura política para saber qué es el comunismo… ¿es comunista hace que el salario mínimo se aproxime un poco más a las recomendaciones que da la Unión Europea?«, ha sentenciado.

La excatedrática ha añadido que espera que «se note» que el Gobierno es progresista. «Hay muchas medidas, y tendríamos que distinguir las que son absolutamente emergentes porque hay que atacar la situación social a las que son a corto plazo. Pienso que podría ser útil tener un plan de prioridades, que se explicara por qué y qué cosas se van a priorizar», ha expresado Etxezarreta.

Asuntos «imprescindibles» en los que, según Miren Etxezarreta, estaría incluida la necesidad de impedir que un trabajador pueda ser despedido al ponerse enfermo, el aumento de las pensiones o el subsidio de los parados.

Sobre la postura de la CEOE ante medidas como la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la excatedrática ha apuntado que «una de las orientaciones importantes para el nuevo Gobierno será ampliar la capa de empresarios modernos, inteligentes y eficientes en este país. Hay empresarios más dispuestos a ponerse al día en las corrientes de economía de lo que Garamendi está dispuesto».

«Parece que está hablando de principios del siglo XIX. Por favor señor Garamendi, entérese de que hay empresarios que están intentando adaptarse a la modernidad, a la eficiencia y a la idea de que la empresa es algo más que una máquina de ganar dinero para unos pocos, y que es un sitio de relaciones sociales también», ha espetado la profesora.

Por eso, ha dicho, «el PSOE tendría una buena labor si consigue estimular a ese tipo de empresario eficiente con una responsabilidad social que estoy segura de que existe en el Estado español».

Entonces, ¿cuándo toca redistribuir?

Artículo en Diario Público Entonces, ¿cuándo toca redistribuir?

Monedas de céntimos de euro. PIXABAY

Miren Etxezarreta, 23/09/2019

Se está generalizando la idea de que estamos en puertas de una recesión económica. Todos los indicadores económicos y políticos globales y  los de Europa, en particular los de la UE, apuntan a una significativa desaceleración de la economía. Aunque parece que la economía española de momento, y a pesar de los avatares políticos, resiste bastante y mejor que otros países, es obvio que se va a ver afectada en su capacidad de generar riqueza.

Por lo tanto, las voces que recaban prudencia y moderación en los asuntos económicos se amplían. Especialmente respecto a las reivindicaciones de los trabajadores, muchos de los cuales todavía sufren las consecuencias de la crisis de 2008 y sus ajustes correspondientes. Al mismo tiempo  se acepta también de forma bastante mayoritaria que en la corta fase de recuperación (2015-2019), se ha restablecido la economía (es decir la capacidad de producir riqueza del país), han mejorado los beneficios empresariales, incluso  hasta la recaudación impositiva, pero la situación económica de la mayoría de los trabajadores no ha vuelto siquiera a la situación anterior a la crisis,  ni las clases medias, cuya suerte se ha deteriorado fuertemente han mejorado. La globalización, las externalizaciones, las subcontratas, la imprescindible competitividad mundial se han utilizado para explicar que no podía mejorar la situación social.  Testigo de ello es el nivel actual de los salarios, especialmente los de los nuevos empleos, la extensión y aceptación del empleo precario, y la fuerte inestabilidad de la recuperación del empleo.  Y ello sin mencionar siquiera como se ha deteriorado la situación no laboral a causa de los ajustes en el gasto público y otras políticas. Mucho menos todavía ha mejorado en proporción al aumento del  crecimiento, como debiera ser, porque ¿para qué se quiere crecer si no?

Es tan evidente esta situación que entre los estudiosos y los observadores que se ocupan de estos temas (incluso por políticos conservadores)  se observa una amplia y recurrente preocupación por el incremento de la desigualdad y la amplitud de la pobreza. No sólo en el Estado español, sino en todos los países ricos

Pero ahora resulta que de nuevo entramos en un periodo difícil cuando se vuelve a argumentar que ‘no se pueden’ hacer concesiones a la parte social. Se sostiene que no se pueden  exigir mejoras sustanciales en las condiciones de trabajo y los salarios en estas circunstancias. Mejoras absolutamente necesarias para recuperar, siquiera muy modestamente, todo lo perdido con la crisis y con unas políticas neoliberales de austeridad realizados en estas décadas por empresas y gobiernos. Y las instituciones internacionales siguen recomendando la austeridad.

¿Cuándo llega entonces  la época propicia a un reparto más justo  de la renta producida? Resulta que en el capitalismo actual, cuando llegan las crisis o las recesiones es imperativo apretarse el cinturón, pero en los breves momentos de auge logran no revertir la situación de todos aquellos que viven de su trabajo. Parece que son muy pocas las gotas que caen de la copa de champan del crecimiento.  Si, como es sabido, en el capitalismo las crisis y las recesiones son recurrentes e inevitables, se producen en periodos cada vez más cortos y, en los periodos de bonanza ni siquiera se recupera lo perdido ¿Qué pueden entonces esperar las clases populares (incluyendo las clases medias) de este capitalismo supermoderno, superglobal,  con todas las tecnologías más y más avanzadas? ¿Cómo es que incluso en los periodos de recesión se mantienen o aumentan los beneficios pero no se  diseñan formas de distribución que permitan condiciones laborales suficientes, ya que no satisfactorias, para quienes han de trabajar?

¿Cuáles son las perspectivas para los trabajadores?  Muchas de las graves turbulencias políticas y sociales  que están produciéndose en los países ricos, ¿no serán fruto de estas dinámicas más que debidas a la incapacidad o locura de los gobernantes o las dificultades de la economía?  ¿No será imperativo el plantearse este tipo de problemas en lugar de dejarnos atenazar por las turbulencias que presenta la escena política? Si en los periodos de auge aumenta la desigualdad, ¿cómo se va a resolver el tema de una distribución de la riqueza no ya justa, imposible en el capitalismo, pero que por lo menos permita una vida material sin grandes angustias e incertidumbres? Parece absolutamente necesario no dejarse dominar por las sucesivas coyunturas y abordar el tema de la distribución de la renta en una panorámica global, extremadamente competitiva,  en la que muchas personas no logran un salario suficiente y otras muchas nunca llegan a trabajar.